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Exclamación

Figura de pathos, diferente de la optación en cuanto a que no indica deseo, sino puro asombro; afecta puramente a la esencial función emotiva del lenguaje y consiste en la expresión vigorosa de un afecto o estado de ánimo para dar fuerza y eficacia a lo que se dice. Su abuso puede causar efecto cómico, como en este pasaje del Fray Gerundio de Campazas del padre Francisco de Isla:

¡Oh gloria inmortal de campos! ¡Oh afortunado Campazas! ¡Oh dichosísimos padres! ¡Oh monstruo del púlpito! ¡Oh confusión de predicador! ¡Oh pozo! ¡Oh sima! ¡Oh abismo!

Pero lo acostumbrado es que se use para marcar la cima emotiva o clímax de una composición, como en La noche oscura de San Juan de la Cruz:

¡Oh noche que juntaste
Amado con amada
amado en el amado transformada!

En este ejemplo, Fray Luis de León (cuyo estilo refleja su carácter apasionado con una ostensible abundancia de exclamaciones retóricas) sitúa el clímax, por el contrario, al final de su oda tercera, Noche serena:

¡Oh campos verdaderos!
¡Oh prados con verdad frescos y amenos!
¡Riquísimos mineros!
¡Oh deleitosos senos!
¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!

La exclamación ocupa un lugar preferente en la estructura del subgénero lírico elegíaco del planto, para expresar las virtudes de un difunto:

¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Que benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos
qué león!
Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre

¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla! [...]
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
F. García Lorca, Planto por Ignacio Sánchez Mejías