Jitanjáfora
Aparte de un tipo especial de metáfora, texto literario de significado absurdo compuesto deliberadamente de forma que exista incompatibilidad semántica entre las palabras que lo componen. Como tal se puede considerar muy similar al monólogo automático de los surrealistas puros, con la sola diferencia de que asume la tradición métrica, aunque en prosa también se escribieron jitanjáforas, como por ejemplo la de Cortázar en el capítulo 68 de Rayuela. Una variante de este recurso vanguardista, caro a los postistas, consiste en alterar la morfología de las palabras dislocando sus morfemas y pasándolos a otras palabras adyacentes, como en _¡Democrad! ¡Libertacia!_ (Carmen Jodrá). La jitanjáfora completa de esta autora, con la que se burla del lenguaje de los políticos, es la siguiente:
EL HORIMENTO BAJO EL FIRMAZONTE
... la farandolina en la lejantaña
de la montaña, el horimento bajo el firmazonte….
Vicente Huidobro
¡Democrad ¡Puebla el vivo!
¡No dictaremos mas admitidores!
pro lometemos, samas y deñores,
nuestro sotierno va a gobisfacerles.
Firmaremos la gaz, no habrá mas perra,
zaperán juntos el queón y el lordero,
y quiero promerer y lo promero,
vamos a felicirles muy hacerles.
(Y el horimento bajo el firmazonte,
y el firmazonte bajo el horimento
-ye ca no sé-, brillaba, grona y aro).
que me se raiga un cayo si les miento:
fumos soertes y, mo lás pimportante,
¡blasamos hiempre claro! Carmen Jodrá Davó, Las moras agraces.
La jitanjáfora tiene su origen más definido en las parodias del estilo culterano que realizaron Quevedo y Lope de Vega, en las que se alcanza a veces la ininteligibilidad.
El poeta romántico colombiano José Manuel Marroquín usó el procedimiento para burlarse de la retórica “clasiquina” de los poetas arcádicos del XVIII:
Ahora que los ladros perran,
ahora que los cantos gallan,
ahora que albando la toca
las altas suenas campanan;
y que los rebuznos burran,
y que los gorjeos pájaran
y que los silbos serenan
y que los gruños marranan
y que la aurorada rosa
los extensos doros campa,
perlando líquidas viertas
cual yo lágrimo derramas
y friando de tirito
si bien el abrasa almada,
vengo a suspirar mis lanzos
ventano de tus debajas.
Tú en tanto duerma tranquiles
en tu rega camalada
ingratándote así burla
de las amas del que te ansia
¡Oh, ventánate a tu asoma!
¡Persiane un poco la abra
y suspire los recibos
que esta pobra exhale alma!
Ven, endecha las escuchas
en que mi exhala se alma
que un milicio de musicas
me flauta con su compaña,
en tinieblo de las medias
de esta madruga oscurada.
Ven y haz miradar tus brillas
a fin de angustiar mis calmas.
Esas tus arcas son cejos
con que flechando disparas.
Cupido peche mi hiero
y ante tus postras me planta.
Tus estrellos son dos ojas,
tus rosos son como labias,
tus perles son como dientas,
tu palme como una talla,
tu cisne como el de un cuello,
un garganto tu alabastra,
tus tornos hechos a brazo,
tu reinar como el de un anda.
Y por eso horo a estas vengas
a rejar junto a tus cantas
¡y a suspirar mis exhalos
ventano de tus debajas! José Manuel Marroquín, Serenata
Es muy famoso también el soneto Camelánea espelifucia de Juan Pérez Zúñiga (1860-1938), el famoso autor de los Viajes morrocotudos, las Zuñiganzas y el Camalascio zaragatono; pero otros atribuyen el soneto al colombiano Ramón Dolores Pérez (1868-1956):
CAMELÁNEA ESPELIFUCIA
Como el fasgo sendal de la pandurga
remurmucia la pínola plateca,
así el chungo del gran Perrontoreca
con su garcha cuesquina s’apreturga.
Diquilón el sinfurcio flamenurga,
con carrucios de ardor en la testeca;
y en limpornia simpla y con merleca,
se amacoplan Segrís y Trampalurga.
La chalema, ni encurde, ni arropija;
la redopsia, ni enfucha, ni escoriaza;
y enchimplando en sus trepas la escondrija,
con casconia ventral que encalambrija,
dice a la escartibuncia mermelaza:
¡Qué inocentividad tan concunija!