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Optación

Figura literaria mediante la cual el que habla o escribe expresa un deseo:

¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
J. R. Jiménez

Si se dirige a un ser inanimado, se denomina apóstrofe:

Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre las sábanas de espuma,
¡llevadme con vosotras!
G. A. Bécquer

En este caso Bécquer utiliza al final de cada estrofa el mismo apóstrofe para simular, con un gran efecto de pathos retórico, el romperse de una ola.

Si el deseo consiste en que otro tenga mal, se denomina imprecación o vulgarmente maldición. En los Evangelios aparecen, por ejemplo, al lado de unas bienaventuranzas unas “malaventuranzas”, y una gitana exclama en Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela:

Mal puñetaso te pegue un inglés borracho, esaborío…

Otra variante es la execración, en la que el que habla o escribe se desea un mal a sí mismo, no a otros, como en la imprecación:

Viéndole así Don Quijote, le dijo: “Yo creo, Sancho, que todo este mal te viene de no ser armado caballero, porque tengo para mí que este licor no debe aprovechar a los que no lo son.

Quevedo alargó este recurso en su Execración contra los judíos, en la cual expresó su inquina por la infiltración semita en la sociedad española de la época y en concreto en el mismo Conde-duque de Olivares, descendiente del secretario converso de los Reyes Católicos Lope Conchillos.

-Si eso sabía vuestra merced, replicó Sancho, mal haya yo y toda mi parentela, ¿para qué consintió en que lo gustase? Cervantes, Don Quijote.

La impetración, por el contrario, consiste en desear un beneficio para sí mismo de un superior, por ejemplo en una plegaria a los dioses.