Paralelismo
Eugenio Asensio distingue en su Poética y realidad en el cancionero peninsular de la Edad Media, Madrid: Gredos, 1970, tres tipos de paralelismo: el verbal, que afecta a las palabras, el estructural, que afecta a la sintaxis y el ritmo, y el semántico, cuando se repite el pensamiento o significación con modificación del significante.
El primero o paralelismo verbal caracteriza a las Cantigas de amigo galaico-portuguesas y a otras composiciones peninsulares. Se distinguen tres tipos:
a) Reiteración del verso y del movimiento rítmico variando sólo el final, en que la palabra rimante es sustituida por un sinónimo.
b) Redoblamiento del concepto por medio de la expresión negativa del pensamiento opuesto.
c) Reiteración del verso entero con sintaxis, hipérbaton y ritmo mudado.
Este paralelismo aparece combinado con el más estricto del uso del estribillo o bordón (algunas veces con ata-finida: el estribillo tiene un rejet que encabalga con la estrofa siguiente) y del leixaprén (el último verso de una estrofa sirve de inicial y se expande en otra).
El segundo o paralelismo estructural consiste en repetir una construcción sintáctica, lo que confiere al verso un suplemento de ritmo. Es característico de la poesía oriental, y en él se distinguen un tipo en que los pensamientos contrastan y otro en que son semejantes. Un ejemplo del primero:
Tu querer es como el toro
que donde lo llaman va;
el mío es como la piedra,
donde lo ponen se está.
En cuanto al segundo,
A los árboles altos
los lleva el viento;
a los enamorados
el pensamiento.
Otro ejemplo ilustrativo se encuentra en estos versos impares del romance del Conde Olinos:
A ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar;
a él, como hijo de condes,
unos pasos más atrás.
O en los sáficos de Manuel de Villegas:
Filis un tiempo mi dolor sabía;
Filis un tiempo mi dolor lloraba
quísome un tiempo, mas agora temo,
temo sus iras.
Así los dioses con amor paterno,
así los cielos con amor benigno
nieguen al tiempo que feliz volares
nieve a la tierra.
El tercero o paralelismo semántico es propio de la poesía hebrea: los Salmos y la mayor parte del Libro de Job y los Profetas:
¡Maldito el día en que nací
y la noche que dijo: Ha sido concebido un hombre!
Conviértase ese día en tinieblas,
y Yavé allá arriba lo ignore para siempre;
que ningún rayo de luz resplandezca sobre él.
Lo cubran tinieblas y sombras,
se extienda sobre él la oscuridad,
y haya ese día un eclipse total.
Que esa noche siga siempre en su oscuridad.
Que no se añada a las otras del año,
ni figure en la cuenta del mes.
Que sea triste aquella noche,
impenetrable a los gritos de alegría.
Que la maldigan los que odian la luz del día,
y que son capaces de llamar al Diablo.
Que no se vean las estrellas de su aurora;
que espere en vano la luz,
y no vea el despertar de la mañana,
pues no me cerró la puerta del vientre de mi madre
para así ahorrarme a la salida la miseria.
¿Por qué no morí en el seno
y no nací ya muerto?
¿Por qué hubo dos rodillas para acogerme
y dos pechos para darme de mamar?
¿O por qué no fui como un aborto que se esconde,
como los pequeños que nunca vieron la luz?
Pues ahora estaría acostado tranquilamente
y dormiría mi sueño para descansar,
con los reyes y con los poderosos
que se mandan hacer solitarios mausoleos,
o con los príncipes que amontonan el oro
y llenan de plata sus casas. Libro de Job, III, 3-16.