Onomatopeya
Cuando la aliteración imita sonidos naturales o no, tenemos un grado de superior expresividad en el que el lenguaje convencional, cuyos signos son de naturaleza simbólica o convencional, intenta volverse icónico y reproducir la realidad. Las onomatopeyas pueden ser visuales o auditivas. Las visuales, utilizadas en la poesía de vanguardias desde Apollinaire, pueden utilizar la metáfora gráfica o caligrama: “Locomotora”. Las auditivas, empero, son las más usadas en la poesía clásica:
Imitando el canto de los pájaros:
Cuando canta la calandria
Y responde el ruiseñor
(Romance, XV)
El poeta madrileño Alonso de Ercilla logra extraordinarios efectos con el uso de la onomatopeya; por ejemplo, reproduciendo el temblor físico de la grima:
Aquel que por valor y pura guerra,
hace en torno temblar toda la tierra (Araucana)
Es muy citado el verso de Garcilaso en que reproduce el zumbido de una colmena (nótese además la armonía vocálica de los dos versos):
En el silencio solo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba
(Égloga III de Garci Lasso, XVI)
Pero el poeta manchego imita el famoso hexámetro onomatopéyico de Virgilio: et saepe levi somnium suadebit inire susurro. Quevedo también utilizó frecuentemente el recurso; así describe el sonido de la lluvia y el viento, sobrepujando el verso de Marcial, IV, 3, Adspice quam densum tacitarum vellus aquarum…:
Llueven calladas
aguas en vellones
blancos las nubes mudas; pasa el día… núm. 216
Así describe el restallar del látigo:
me dio un repique el rebenque... núm. 761.
En el Poema de las necedades y locuras de Orlando, advierte Arellano la expresividad de este verso en que se describe a un gigante que juega
con peñascos de plomo a la pelota…
Así como el hablar gangoso de la buscona que ha padecido bubas, que se reitera en otras piezas:
güera y gafa y sin galillo… núm. 864.
Góngora imita el lamento de un perro herido con las vocales agudas de
Repetido latir, si no vecino,
dinstincto oyó de can siempre despierto